El Decano del Departamento Académico de Ciencias Sociales de la UNLaR, Jorge Riboldi, se pronunció en contra del reparto arbitrario de fondos a las Universidades Nacionales.
A continuación, el escrito completo:
Los ejes del desarrollo y la discrecionalidad en la distribución de los recursos
Algunos autores han conceptualizado como debería abordarse el desarrollo regional desde diferentes planos y desde los diferentes sectores económicos; primario (con acciones de desarrollo rural, agregado de valor en origen etc.), secundario (con infraestructuras, comunicaciones, polos tecnológicos, promoción industrial, etc.), y terciario (promocionando las vías de comunicación y dotación de equipamientos y servicios).
Ahora bien, todos estos sectores tienen un común denominador, el conocimiento puesto al servicio del desarrollo. Entonces, cabe preguntarse: ¿desde dónde parte ese desarrollo? La respuesta es clara y contundente, desde el conocimiento impartido en las Universidades y que luego es transferido a la sociedad, dueña y principal inversora de estas instituciones, para las cuales trabajamos.
Lo anteriormente expuesto me lleva a reflexionar sobre el futuro de las provincias que vean menguada esta producción gestacional de desarrollo. ¿Cómo podrán salir del estado de indefensión, retraso y pobreza en que las han subsumido los diferentes gobiernos a lo largo de la historia? La respuesta nuevamente es clara y contundente: Inversión en Educación, Ciencia y Tecnología.
La discrecionalidad en el reparto de los recursos siempre ha sido un acto de injusticia, mucho más si la mayor parte de esos recursos lo llevan provincias o Universidades grandes, en detrimento de aquellas que menos tienen. No se trata ya de una cuestión de ideologías mercantilistas que llevan a negociar a los políticos de turno, sino en poder plantear un modelo de país que priorice políticas serias de desarrollo y a largo plazo. En este sentido, es que debemos no solo defender, siempre, a quienes más lo necesitan, sino fundamentalmente a las instituciones creadoras de futuros escenarios de desarrollo. Es decir, las Universidades Públicas. Y las Universidades en nuestro país son 56 no 21.
A partir de lo anteriormente expuesto, podemos hablar de los demás ejes del desarrollo y, en este sentido, adhiero a lo propuesto por Michael Porter, Scott Stern y el mexicano Roberto Artavía Loría, quienes apuntan al “progreso social”, “noción y medida a partir de la cual han presentado un informe mundial sobre los países con mayor progreso social. Suecia, Reino Unido y Suiza encabezan, en este orden, el ranking elaborado por estos profesores dentro del proyecto Social Progress Imperative”.
El informe mide las necesidades vitales de los países, las oportunidades que existen en los territorios y el bienestar general de la nación. Este modelo integral incluye:
- Fortaleza y alineamiento institucional (buscando una renovación constante en el marco institucional de un país);
- Estabilidad y Dinámica Económica (alineando políticas económicas con principios de sostenibilidad y productividad);
- Manejo de Recursos Naturales y Ecoeficiencia (integrando la conservación y el uso eficiente de los recursos naturales);
- Innovación y Tecnología (los cuales para lograr todos estos alcances serán esenciales y un aporte clave son las Universidades y otros centros de innovación y pensamiento);
- Creación de riqueza (enfocándose en invertir en nuevos puestos de trabajo y en la generación de oportunidades);
- Bienestar humano y progreso social (logrado finalmente a través de los ejes anteriores, siguiendo un modelo de productividad, comercio y sostenibilidad).
Estimados compañeros docentes, graduados, no docentes y fundamentalmente alumnos, lo anterior pretende ser un disparador en el pensamiento crítico de esta masa académica, pero principalmente es una invitación a la defensa de la democracia y de la distribución equitativa en un país donde no haya ciudadanos de primera y segunda, sino un país donde solo haya compatriotas merecedores de todos los derechos consagrados constitucionalmente.
Un abrazo fraternal. Jorge H. Riboldi